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Autor: NAPHERITES

 
 
 
 

Bienvenida a lo grande!!!!

  La verdad no sé por dónde empezar, este es mi primer relato. Me llamo Ángel, tengo 27 años. Hace 8 años Salí de mi país (Colombia) para estudiar en España, no conocía mucho el ámbito gay, aunque a decir verdad si tenía experiencia, pero muy discreta, sabía que me gustaban los hombres, pero no había llegado a descubrir la cumbre del sexo, solo lo que había hecho eran cosas a medias, por miedo, por pudor, no lo sé, el caso que cuando llego aquí, se me abrieron un sinfín de posibilidades para experimentar la sensación de haber llegar al culmen de los placeres sexuales. Ahora aquí, solo me limitaré a relatar mi primer encuentro al llegar a Madrid. Eran las 10 de la mañana, del 3 de diciembre de 2004, cuando interrumpió mi sueño el despertador, era hora de levantarme, aunque no quería, tenía mucho sueño, pues la noche anterior hasta muy tarde, había estado con unos amigos despidiéndonos en una velada muy amena, que habían preparado en mi honor, por mi partida. Como siempre dejando las cosas para última hora, maletas, regalos, cosas que dejar, en el corre corre de lo que esto implica, se me hizo la hora de abandonar el piso donde estaba, he irme a comer con unos amigos que me llevarían al aeropuerto, a las 4.30 porque el vuelo salía a las 6. Todo transcurrió como lo habíamos previsto, me llevaron al aeropuerto, nos despedimos entre lágrimas, y solo lo que se veía de lejos eran las siluetas de mis amigos entre tantas otras ya difuminándose al entrar por el largo pasillo de control de embarque. Pase mis maletas por la maquina, allí dentro esperando a que saliera el vuelo, coincidí con una chica colombiana que había conocido en la embajada, y bueno, nos pusimos hablar. Llego la hora de tomar el avión, 12 horas interminables de vuelo, yo no pegue ojo en todo el trayecto, pero ya por fin había puesto los pies en la tierra, para sorpresa mía esa llegada iba a ser por todo lo alto. Retire mis maletas de la cita y me dirigía a tomar un taxi. Pero antes quería ir al baño a lavarme un poco la cara, e ir al servicio. Era un largo pasillo, pero por fin tope con un baño, entre con el ánimo de hacerlo rápido, porque quería llegar donde mi prima lo más pronto posible, ella no había podido irme a recibir al aeropuerto, pues tenía que trabajar, pero ya dejo las llaves con el vigilante, para que pudiera entrar. Ya dentro del baño me enjugue el rostro cuando veo que un chico muy guapo, era blanco, de unos 1,85 cm, ojos verdes, rubio, de buenas facciones y un cuerpazo que era incapaz de dejarlo de mirar. El me hacia ojitos, yo soy tímido, pero en ese tiempo mas, todo lo veía con miedo. El me sonrió, yo estupefacto pero no lo podía dejar de mirar, me gustó. El me cogió por la cintura y entró por mi cuerpo una subida de adrenalina; quemaba mis entrañas. Para romper el hielo el comenzó diciéndome: - Hola monada, como estas? Yo como pude le dije que estaba bien, se presentó: - Me llamo Santiago, pero me puedes decir Santi. - Mucho gusto, yo Ángel. Hubo un instante de silencio cómplice, intenso. De pronto, tomó mi mano y me llevo al baño de minusválidos, yo todo tembloroso, accedí a su propuesta, invadido de miedo pero excitado. Miro mis ojos, tomo mi cara con sus manos, lo acaricio, mi corazón latía rápidamente, con el cumulo de sensaciones, se acerco muy despacio y me beso, algo apoteósico, lo deseaba, mis manos reaccionaron a tanto voltaje, y comenzaron a tocar su majestuoso cuerpo, una delicia. El estaba en el punto álgido de erección, poco a poco le fui sacando el pantalón, mientras nuestras bocas seguían fundidas con aquel beso desaforado, que nos hacia uno solo, a lo cual el acompaña con sus grandes manos, escudriñando bajo mi ropa. Ya no podíamos mas, el desabrochó mi pantalón y yo ya tenía su virilidad en mis manos, era una cosa asombrosa. Era recto hacia arriba, con unas proporciones descomunales, unos 26 cm, y muy grueso, pero era muy apetecible, con un cabezal de color rosa. No lo dudé, mi boca sedienta, se dirigió hacia el sin pensarlo. Saborear ese manjar, me puso mucho más ardiente, no lo saque ningún momento, lo lleve hasta las profundidades me mi garganta, donde se alojó, y llevó al propietario a un éxtasis profundo, dando resultado a una explosión magistral, llenándome la cara con aquel liquido blanco. Ver eyacular a alguien me excita muchísimo, eso hizo que mi corriera a rápidamente. Hubo un momento de descanso, nos limpiamos, dado que tenía lavabo, nos fundimos en un beso, y salimos de ahí. En el pasillo me pido mi numero de móvil, a lo cual respondí que no tenia, dado que acaba de llegar a país, el no quiso darme el suyo. Solo se me ocurrió darle mi correo, aunque en el fondo pensé que era un mero formalismo y que no volvería a saber de él. Pasaron los días, aunque yo seguía esperanzado de recibir unas letras de ese desconocido, pero la realidad era que no llegaban. Así paso un mes, yo adaptándome a mi nueva ciudad, y a sus costumbres, comidas, y horarios, ya se había olvidado por completo Santi. Para mi sorpresa, un buen día encontré un correo suyo, donde me decía que quería seguir viéndome y conocerme mejor. No lo podía creer, yo le di mi número de teléfono, a la hora me llamo y me dijo que si podíamos quedar, que me invitaba a comer, mi respuesta fue un rotundo “SI”. El me dio unas coordenadas y quedamos a una hora. Me pasó a recoger y me llevo a su casa. Era muy bonita, de 3 pisos, a las afueras de Madrid. Cuando entramos, ya la mesa estaba puesta, el había cocinado, todo parecía estar delicioso. Comimos, mientras teníamos una amena conversación de conocimiento. Acto seguido, me mostro su casa, y nos sentamos en el jardín para descansar un poco. Era un tío genial, divertido, buena conversación, tierno pero masculino. Al oscurecer, me invitó a tomar unas copas, lo cual fue caldeando el ambiente, entre risa y risa, se nos escapaban miradas que lo decían todo, que ardíamos por dentro, por estar juntos nuevamente, no a las carreras, sino con tranquilidad, dejando el tiempo a un lado, y dar rienda suelta a nuestros más profundos deseos. Tomó mi mano y me llevo a su habitación, era muy amplia, con una cama de matrimonio, que esperaba por nosotros, el ya lo había preparado todo, tenia velas encendidas, aromas, era un ensueño. Nos miramos, y lentamente nos fuimos fundiendo en un beso profundo, nuestras lenguas se rozaban, jugaban entre sí. Las manos a su vez hacían su trabajo, estimulando uno al otro con caricias y toqueteos. Presurosos a experimentar las artes amatorias, mutuamente nos fuimos quitando la ropa hasta quedar en yo sin nada, a él no le dejé quitarse el bóxer, tenía una fantasía, poco a poco mi boca fue bajando, rozando levemente su pecho, su abdomen, hasta llegar a su cintura, poco a poco le fui quitando su ropa interior con mi boca, lo cual lo éxito mucho mas. Estando ya sin su ropa, quede frente a frente con su enorme trofeo, mi boca estaba ardiendo en deseos de volverla a tener dentro, cual niño encantado con su biberón. Antes de darle gusto a él y a mi boca, mi lengua se deleitó un rato con su entre pierna, donde se acentúa toda la excitación, como antorcha que arde sin cesar. Mi lengua jugaba con sus hermosas bolas, sin casi vello, estaba extasiado. Decidí darle a la mas sazón a la situación, mi lengua ardiente por lamer su miembro, fue subiendo lentamente desde la raíz de su troco hasta llegar al cabezal, que era perfecto, rosado, jugoso, soltaba ya por la excitación, un rico liquido espeso, ardiendo como lava, con un aroma delicioso, dejándolo que invadiera mi boca y aprovechar para alimentar mi deseo al máximo. Lo introduje lentamente en mi boca, disfrutando cm a cm de ese regalo que me habían adelantado los Reyes. Lo saboreo, lo cato, lo imprimo en mi memoria. Poco a poco lo lleve casi todo dentro de mí, era algo inexplicable, entre ahogarse en con algo tan grande, pero que a su vez, el placer aumentaba. Después de tenerlo un rato en mis adentros, comencé lentamente a masajearlo, de arriba abajo, lentamente, sutilmente, deleitando mi paladar. Ya no pude mas, y mi corazón corría velozmente, y a la par mi boca, que fue aumentando su velocidad y haciendo estallar de placer al hombre, jadeaba, se quejaba, lanzaba gritos de júbilo, por tan excelsa labor, practicada con su miembro. Llegó un momento que me dijo que parara, era tanta emoción y llegaba ya a su punto final, y no quería, porque anhelaba quitarme la inocencia, la virginidad, y convertirme en un hombrecito. Hicimos una pequeña pausa, donde me envolvió con sus fuertes brazos y me mimó un poco, con caricias y besos, finiendo nuestros cuerpos bajo una tenue luz dada por las velas que nos hacían de guías para encender nuevamente la pasión y el desenfreno de la pasión sexual. Después de este abre bocas, comienza a deslizar su lengua por mi cuello, hasta llegar a la punta de mis pezones (una parte que me aumenta el frenesí) y comenzó a saborearlos con delicadeza, eso me llevo a un arrobamiento, era gloria estar en tan excelso castigo. Cuando termino de estimularme esa parte, fue bajando lentamente haciendo un largo viaje por mis curvas. Instintivamente me di la vuelta, él me alzó un poco y me puso en pompas. Yo estaba algo nervioso, dado que mi experiencia en el campo sexual era de niños, no habían pasado a mayores, sumándole que tenía un pene muy grande. Cerré los ojos, esperando sentir esa antorcha como fuego que quema, para mi sorpresa, y algo vergonzoso en un primer momento, sentí su lengua deslizarse dentro de mis glúteos. Su lengua buscaba el orificio desaforadamente, como un loco hambriento, queriéndolo devorar sin parar, mientras sus manos se perdían, entre caricias, por los entresijos de mi cuerpo. Esos besos, esos lamidos y mordisquitos, era algo nuevo para mí, me hacia explotar en alegría delirante de placer. Pasado el embeleso del arte de la lengua, que se había convertido en el alimento de su deseo preparado para recibir con gusto, la virilidad de mi hombre, que llora y hierve, con lujuria, queriendo explotar en orgasmos, invitándome a dejar penetrar con calidez esa cueva inexplorada. Con mis gemidos, accedí aquella invitación. En un principio, fue doloroso, pero poco a poco fue calando en mí, comenzando a tomarle gusto. Era como un baile, de arranque suave, con idas y vueltas que conducían a un viaje alucinante al mundo de la exaltación y la locura, perdiéndome en su virilidad. Me decía que era suyo, que se sentía en el paraíso, un orificio tan apretado y desvirgado por él, ya le pertenecía. Poco a poco fue aumentando el swing, el ritmo frenético de sus caderas que me hacen estallar de placer. Era imparable, pero con todo el movimiento, le dije que parara un poco, que me hacía daño, pero que no la sacara. Le dije al oído que era único esto que estaba pasando y le di un beso. Volví a susurrarle, ahora a mi me toca darte, el se quedo sorprendido, no entendía, porque era activo. Le dije, si, me toca a mí, tú no te preocupes. Saco su pene dentro de mí, lo puse boca arriba, ahora sabrás lo que es cabalgar. Te voy a domar, te voy a someter (todo esto con amor), todavía no lograba entenderlo, de un salto me puse su miembro en mi ano, y comencé a introducirlo, lentamente, el sonrió, se dio cuenta ahora de lo que hablaba, lo entendió. Nos mirábamos fijamente, con lujuria, desenfreno, mientras yo domaba a ese potro y cabalgaba en su miembro, el placer y el gozo eran inigualables, están nuestros cuerpos unidos íntimamente disfrutándose uno del otro. Estábamos a punto de estallar, me dijo que ya se iba a eructar, le dije con morbo que me la echara en la cara. Me lo saco rápidamente, y en un segundo tenía la cara chorreando, ver ese orgasmo apoteósico, una explosión fuerte que sacio mi morbo, porque al verlo yo descargue todas mis tensiones. Agotados quedamos fundidos en un abrazo. Nos limpiamos, y nos quedamos dormidos, escuchando su respiración. Mis manos recorrían su espalda, y me deleitaba con su tranquilidad, después de tan agitado trabajo. Después de este primer encuentro, tuvimos más, hasta intentamos algo serio, pero no funciono, dado que el era piloto, y sus horarios no compaginaban con los míos, era un martirio, me llamaba a las 1 o 2 de la madrugada para que nos viéramos, eran sus horarios, al principio lo hacía pero ya llego un momento en que no podía. Somos buenos amigos.  
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