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Autor: Gabonice

 
 
 
 

La botella.

  Noche de Sábado, hombre de 34 años recién divorciado, ahora puedo de nuevo rodar mundo, nadie me pone reglas y 8 años de matrimonio me han separado de mis amiguetes de soltero. Pienso en donde hacer la noche y al final me decido por acercarme al Casino. Hace varios años que no frecuento estos lugares, se puede ir solo y si tienes cabeza puedes perder 50 Euros y largarte o si hay suerte y empiezas ganando y retiras la entrada y a jugar la ganancia hasta que la pierdas o sigas ganando. Lo importante es saber terminar, al menos sin perder más de con lo que inicialmente entras al juego. Black Jack o ruleta. Tal vez Pocker. En las máquinas tragaperras ni pensarlo, están programadas para robarte el dinero. Pero cartas o ruleta es otra cosa, sobre todo cuando las cartas las reparte un crupier porque si ponen una máquina automática para barajar las cartas no me fío, pues los lectores ópticos ya son muy antiguos y pueden trampear el juego fácilmente, sobre todo acá en Europa, donde las leyes son tan lentas que han hecho popular aquel refrán que dice: las cosas de Palacio van despacio. Entré al Casino, caminé por las distintas salas de juego y al final me senté en la mesa de Black Jack. Apuesta mínima 10 Euros y me voy a jugar solo 50. La primera mano era de esperar y el crupier se llevó mi apuesta con descaro. Pero en la próxima jugada me planto con buenas cartas y el crupier se pasa. Recupero mi apuesta y así entre altas y bajas poco a poco me percato de que las cosas me están yendo bien pues tengo 25 fichas de a 5 Euros en mis manos. Es el momento de recuperar la entrada, me levanto de la mesa, voy al baño, una buena meada, me lavo la cara para refrescar, me acerco a la caja y cambio 10 monedas de a 5 Euros por efectivo. Cuento las que me quedan en la mano, son 16 y me digo: ahora puedes jugar con más arresto, pues si pierdes . todas las fichas no habrás perdido nada y vuelvo a la misma mesa. No hay asientos vacíos y por eso empiezo a jugar por detrás de un jugador, antes le pido permiso y el tío me advierte: juega en mi posición, pero no me indiques absolutamente nada, si pierdo pensaré que eres un gafe y dejarás de jugar cuando te diga y prométeme que en ese caso te largaras de la mesa por esta noche. La voz de aquel jugador me sonó autoritaria y varonil y como finalizó su comentario con una sonrisa, pues acepté su advertencia con un parco de acuerdo. Jugando detrás de aquel hombre las cosas continuaron bien y el tío me comentó que le estaba dando suerte. Después se levantó un jugador de su lado y me senté y no se por que continué jugando en las dos posiciones: la mía y la del tío. Así estuvimos jugando en pareja durante un par de horas y ganamos más de 200 Euros. Así que nos levantamos de la mesa y nos fuimos charlando amigablemente y nos empezamos a contar parte de nuestras vidas después de las acostumbradas presentaciones. En el bar del Casino Juan (que así se llama mi recién adquirido compañero) me presentó a un par de amiguetes más y al final de la noche, cuando ya me estaba despidiendo para marchar a casa, Juan me hace una invitación y me dice: uno de los amigos que te acabo de presentar vive en un piso cerca de aquí donde acostumbramos a hacer nuestra última partida y tomarnos un par de copas. No temas, si luego no te sientes bien por las copas te puedes quedar a dormir pues hay sitio y te marchas en la mañana. Ni de coña pensé en quedarme a dormir en casa de gente que había acabado de conocer, pero estas gentes me parecieron de buen rollo, la había pasado bien con ellos, necesitaba hacer nuevos amigos para combatir mi soledad y acepté y marché con mi coche tras ellos y a los pocos minutos estaba en la casa de Carlos (uno de los dos amiguetes de Juan). Carlos se fue a la cocina a preparar unas copas mientras el resto nos quedamos charlando amigablemente. Cuando Carlos regresó con las copas brindamos por nuestra nueva amistad y fue Juan quien propuso enfrascarnos en el divertido juego de la botella. Yo acepté por no ser menos y los cuatro nos sentamos en el piso sobre una amplia alfombra y comenzó la primera ronda. Carlos fue el que hizo la propuesta de en la primera jugada escoger al árbitro del partido: sería Juez y Parte. Podría las reglas y las haría cumplir durante toda la partida. Después Carlos puso a girar la botella y después de varias vueltas vino a detenerse apuntando a Juan. Se hizo un silencio de varios segundos y luego Juan con voz autoritaria dijo: como ven soy el árbitro por esta noche y mis reglas son sencillas de momento. Dejó unos segundos de silencio, a mi me latió con fuerza el corazón, no estaba claro en el lío en que estaba metido, pero no veía mal rollo en mis compañeros. Luego Juan continuó diciendo: mis reglas son sencillas, los jugadores solo podrán tener cuatro prendas cada uno: Boxer, calcentines, zapatos y camiseta. Aquí solo se pierde o se gana lo que esté sobre esta alfombra y prometo arbitrar esta partida con todo el rigor que sea necesario. Los jugadores tienen un par de minutos para cumplir las reglas que acabo de enunciar, cuando yo diga ocuparan sus posiciones sobres la alfombra y comenzará la partida. Yo seré quien haga la primera jugada. Y comenzó la famosa partida, Juan hizo la primera jugada, puso en movimiento la botella, dio varias vueltas y finalmente se detuvo apuntando a Carlos (el dueño de la casa), con voz autoritaria Juan dijo: me corresponde escoger la prenda que Carlos nos debe entregar, que se despoje de su camiseta y nos la entregue, ahora podremos admirar su pecho desnudo y yo, como fui el que hizo la jugada tengo el derecho de acariciar su pecho velludo y darle un pequeño pellizco en su tetilla y diciéndolo lo hizo y todos pudimos ver como Carlos se retorció del pellizco que Juan le propinó. Luego continuó el juego con la próxima jugada que la haría Carlos. Carlos puso en movimiento la botella, dio varias vueltas y se detuvo señalándome. Y ahora fue Carlos quien escogió la prenda que debía entregar: la camiseta, fue la escogida y después Carlos acarició mi pecho suavemente, acarició mis dos pezones como si no supiera cual disfrutar hasta que finalmente me pellizcó la punta de uno de ellos que me lo sentí en los mismos cojones. El juego continuó y pronto estábamos todos con nuestros pechos desnudos, pero mi suerte había sido la peor pues yo también había perdido los zapatos y los calcetines. Solo tenía puesto mi boxer y de verdad que me estaba preocupando hasta donde podía llegar aquel juego. A Juan le tocó la siguiente jugada y para mi mala suerte el pico de la botella me señaló. Había pasado algo grande, se produjo un silencio de varios segundos, hasta que la voz de Juan resonó con firmeza diciendo: Raúl dame tu boxer y me quedé totalmente desnudo, para despojarme de mi última prenda tuve que ponerme de pie, mientras Juan no cesaba de sobarme las nalgas. Ahora Juan explicó la situación en la que me quedaba diciendo: Nuestro amigo Raúl está teniendo una noche de mala suerte, ha perdido sus cuatro prendas y en la próxima jugada si gana puede recuperar una de sus cuatro prendas, la que yo como árbitro de este juego decida. Pero si pierde será comprado por el jugador que la botella señale. Raúl lanza tu jugada, pues te toca y que tengas suerte. Con voz temblorosa hice una pregunta: ¿Qué significa que alguien pueda comprarme? Juan se sonrió y finalmente me explicó: sería que hoy tendrías mala suerte Carlos, pues a partir de ese momento vas a tener un amo. Mientras dure la partida tu amo puede hacer que tu pagues sus castigos y lo más importante ya no tendrás derecho a hacer jugadas, las que te toquen hacer las aprovechará tu amo y cuando la botella te señale solo recibirás castigo por parte del que hizo la jugada. Así, lo mejor que te puede pasar es que esta jugada que vas a hacer, que puede ser tu última jugada de la noche, la aproveches, ganes y puedas recuperar la prenda que te permita salir de esta difícil situación de venta en la que estás. Ni te imagines que vas a salir de este juego, no te lo voy a permitir de ningún modo, a las buenas o a las malas, dijo Juan con una firmeza que me dejó helado, mientras los otros jugadores me miraban sin decir una palabra pero con una mirada que afirmaba las palabras del árbitro Juan. Estaba desnudo ante estos tres tíos que me miraban con un deseo animal, yo no me imaginé nunca que las cosas podían llegar a este extremo, el sudor bañaba mi piel, los vellos de mi pecho los tenía pegados al vientre, me temblaba el pulso, no atinaba a hacer mi jugada y en ese momento Juan me presionó diciendo: Raúl haz tu jugada o la voy hacer yo por ti. En ese momento decidí acabar aquel juego, tenía que salir de aquel lugar a las buenas o a las malas. Pero la puerta de salida de aquella habitación estaba cerrada con llave le fui arriba a Juan que en vez de enfrentar mis golpes lo que hacía era aguantar mis manos y mientras yo trataba de soltarme él se sonreía y me decía: Carlos, ahora no vas a ir a ninguna parte, estas muy cansado y te vas a acostar a dormir. Fue entonces que empecé a sentir aquella somnolencia, los ojos se me cerraban, en contra de mi voluntad me estaba quedando dormido. En unos minutos la tensión en la habitación empezó a calmarse pues me recosté en el sofá y mientras entraba en un sueño del que no podía salir escuchaba aquella conversación que me dejaba acojonado. Escuchaba que uno de ellos decía: ya le está haciendo efecto, ahora cuando se quede dormido lo maniatamos, pero la fiesta solo va a empezar cuando despierte, porque es muy importante que todo lo que suceda ocurra cuando esté bien despierto para que nunca se olvide quien fue el hijo de punta que un día lo volvió loco. No se que tiempo pasó antes que despertara, pero cuando volví en mí estaba acostado sobre una cama amplia, desnudo y con las manos atadas detrás de mi cabeza de forma que me era imposible levantarme de aquella cama. La habitación estaba alumbrada con luces rojas y podía observar mi cuerpo desnudo en espejos que había en el techo y en las paredes de la misma. Estaba sudando, había calor y no había nadie en la habitación. Pasó mucho tiempo desde que desperté, pienso que por lo menos un par de horas hasta que de repente sentí la voz de Juan que de inmediato pude verlo desnudo ante mi. - Buenos días, Carlos, ¿Cómo has pasado la noche? No contesté, estaba rabiando de ira e impotencia, pues ya tenía muy claro el estado de indefensión en que me encontraba. Sentí como las manos de Juan acariciaban mi pecho suavemente y se detenían a jugar brevemente con mis tetillas. Sabía que a las malas no podía sacar nada y entonces decidí hablarle por las buenas, decirle que terminara con este juego y me soltara, pero no pude ni intentarlo porque antes tapó mi boca con una mordaza que introducía una protuberancia en la boca que no me permitía decir ni una palabra, mientras me advertía: esto lo hago porque no quiero escuchar ni una palabra de súplica tuya y sus manos comenzaron a acariciar mi polla que en contra de mi voluntad empezó a endurecerse. De inmediato Juan no dejó de advertirme lo bien que mi cuerpo estaba traicionando mi voluntad. Juan estaba sobre mi, con su lengua acariciaba mi pecho y mis tetillas mientras sentía como con los dedos muy lubricados de una de sus manos me acariciaba suavemente el esfínter que poco a poco comenzaba a ceder a las caricias. Aquello me estaba enloqueciendo, me estaba empalmando de mala manera, tanto que empezaron a escapárseme las primeras goticas de líquido preseminal. Juan me miraba con satisfacción y lujuria y simultáneamente con su boca se tragó mi polla mientras su dedo índice me entraba de golpe hasta lo más profundo. Sentí una sensación de placer e indignación, me daba vergüenza sentir placer por las caricias de aquel hombre y me daba indignación que me tuviera inmovilizado, pero ni siquiera podía decirle que esto me lo iba a pagar. Su boca soltó mi polla, pero su dedo no abandonó la invasión de mi culo, sino todo lo contrario, continuaba moviéndose en mis entrañas, entraba y casi salía para volver a entrar en un movimiento rítmico que no me gustaba pero que me ponía como un tren. Luego me sacó el dedo y vi como metía su mano en una vasija con un gel lubricante y de nuevo volvió a acariciar mis nalgas, se acercó a la entrada de mi culo y de nuevo el mismo dedo índice comenzó a juguetear con él, mientras el dedo entraba sentía como empezaban a empezar a actuar sobre mi esfínter los otros dedos como si estuvieran buscando espacio para entrar también. Los diferentes dedos de su mano se intercambiaban para penetrarme y entonces con la otra mano también lubricada comenzó a sobarme los huevos y la polla que la tenía empalmada al máximo y babeándose de placer. Me estaba sintiendo en la gloria, cuando Juan me dijo: Vamos Carlos, no te resistas, tienes tremendos reflejos, te voy a quitar la mordaza para que puedas gemir de placer y agradecérmelo porque ya estoy viendo que estas perdiendo la indignación que tenías. Pero quien me quitó la mordaza no fue Juan, sino Raúl que en ese momento me percaté que estaban también en la habitación. Ahora eran cuatro las manos que con sus caricias excitaban mi cuerpo. El sudor de aquellos dos machos velludos se mezclaban con el mío, las caricias de sus manos y sus bocas me estaban enloqueciendo de placer y mi culo estaba tan dilatado que con facilidad Juan me estaba penetrando hasta con tres dedos. Gemía con tanto placer que ya no sentía vergüenza de lo que me estaban haciendo aquellos dos machos. Por eso Carlos me dijo: te voy a besar en la boca porque creo que te estas ganando que pronto te soltemos las manos, para que tu también puedas acariciar a los machos que te van a partir el culo hoy. Raúl acercó su boca a la mía y fui yo quien fue en su búsqueda a besarlo con pasión. Su lengua entraba en mi boca, yo la chupaba, luego era la mía la que era succionada por él. Pero mis manos continuaron sujetas, aunque ya estaba clara mi entrega. Sentí entonces que Juan colocaba una almohada debajo de mi cadera lo que me ponía en una posición en que era más cómodo penetrarme y en ese momento es en el que pude percatarme la clase de aparato que pretendía introducir en mis entrañas. Aquello me aterró, poseía un miembro descomunal, de eso que solo se ven en las películas pornos, lo tenía duro y sus venas estaban cada vez circulando más sangre, como si estuvieran deseosas por destrozar mi culo virgen. En ese momento le supliqué que no me metiera esa cosa, que me iba a hacer daño, que yo haría lo que el quisiera pero que no me la metiera. Entonces Juan me dijo: bueno dame una mamadita y después hablamos de eso. Y de inmediato acercó su poderoso miembro a mi boca. Traté de metérmelo un poco, para lo que tuve que abrir mi boca lo máximo posible. Solo meterme la cabeza me costó trabajo. Le di unas cuantas chupadas y luego él me sujetó la cabeza y trato de metermela más. Solté arqueadas que provocaron su sonrisa y luego me dijo, como para tranquilizarme: no te preocupes, casi estoy al correrme, te la voy a meter solo un poco y si sientes que te va a hacer daño me lo dices y paro. Presentó la punta de la cabeza de su polla en mi culo dilatado, comenzó a dar suaves movimientos a los que mi culo fue cediendo y pronto sentí que su cabeza comenzaba a gozar mi culo. En su rostro se veía el placer que sentía. Luego dio un empujón y su polla entro un pedazo más. Sentía como que me iba a reventar y pronto empecé a suplicarle que parara, que me estaba doliendo, que ese aparato no me cabía más. Raúl me acariciaba la cabeza y mi pecho como para consolarme mientras podía ver el rostro sudoroso de Juan como sonreía de placer y fue entonces cuando me dijo: no te preocupes que solo te voy a meter ese pedazo que tienes dentro, pero relájate para poder gozarte bien y llenarte el culo de leche. Le hizo un gesto a Raúl como para recordarle algo y sentí como sujetaba mi cintura con fuerza mientras el otro de inmediato también me sujetó con fuerza el vientre mientras que Juan con toda su fuerza metió su tremendo aparato completamente en mis entrañas. Solté un grito desgarrador, mi corazón palpitaba explosivamente y yo cerraba los ojos y mis manos con toda mi fuerza. Juan comenzó entonces a sus embestidas continuas que estaban desgarrando mi culo. Mientras él gozaba yo me estremecía, mis piernas temblaban, mi cuerpo sudaba copiosamente. Cuando ya mi culo estaba acostumbrándose a aquel tormento, Juan le dijo a Raúl que me soltara las manos que ya me tenía bien controlado y quería ver como me abrazaba al macho que se lo estaba follando. Cuando mis manos quedaron libres me pidió que lo abrazara con todas mis fuerzas y yo le obedecí de forma que nuestros pechos velludos se juntaron mientras su polla continuaba gozando mi culo. De repente sus embestidas se hicieron más enérgicas yo sentí miedo, estaba a punto de correrse y yo le besé en la boca como para pedir clemencia y fue en ese momento cuando sentí como se llenaban mis entrañas de la leche caliente de aquel macho que poco a poco empezó a relajarse y quedó finalmente tranquilo sobre mi, relajado de placer. Fueron unos segundos en que pensé que mi suplicio estaba a punto de terminar, pero en realidad solo fue una ilusión, porque cuando el aparato de Juan salió de mis adentros me levanté de la cama y nos pusimos los dos frente a frente y mientras él me abrazaba y me besaba sentí como la polla de Raúl buscaba mi culo al que entraba con toda facilidad. Con sus piernas Juan separaba las mías para facilitar el disfrute de Raúl y luego fue empujando mi espalda para que mi culo quedara más a su disfrute. Raúl estaba bastante caliente y sus embestidas desde el principio fueron muy vigorosas, se encontraba el camino totalmente despejado. Su polla no era tan descomunal como la de Juan, pero era de respetar y a pesar de que estaba adolorido empecé a sentir un delicioso placer, mis piernas temblaban pero por ellas me corrían unas cosquillas deliciosas, estaba a punto de correrme. Juan continuaba acariciándome el pecho y se dedicaba a apretar mis tetillas que se estaban poniendo duras como un palo. Al carajo, aquellos machos tenían el derecho de saber lo que estaba sintiendo, estaba gozando que me dieran por el culo y sin ningún rubor comencé a decirlo con descaro. Y frenético empecé a decirle a Raúl: Me voy a correr coño, dame duro cojones, este es el placer más grande que he sentido en mi vida, coño. Y mi polla comenzó a soltar los primeros chorros de leche. Raúl aceleró sus embestidas mientras Juan tomó mi polla que continuaba soltando leche en sus manos. Sentí entonces unas convulsiones tremendas, parecía que no iba poder soportar que las manos de Juan frotaran mi sensible polla embarrada de leche. Traté de quitarle mi polla de sus manos, pero no pude y tuve que continuar estremeciendo todo mi cuerpo por un buen tiempo mientras yo sentía como Raúl descargaba el contenido de leche de sus huevos en mi culo. Cuando nos corrimos, sin sacármela Raúl me acostó en la cama y así nos quedamos abrazados por un rato, sentí un cansancio en todo mi cuerpo delicioso y finalmente nos quedamos dormidos placenteramente. Al despertar, nos bañamos, las conversaciones entre nosotros tres eran muy parcas, se notaba la timidez de los que han traspasado una frontera en la que pudieran quedar arrepentimientos. Antes de separarnos y cada uno regresar a sus vidas; Juan me confesó algo y me decía: Han pasado cosas que tal vez ahora no te parezca bien, pero han pasado y este momento te va a quedar en la vida como un punto en el que hubo un antes y un después y que nunca te podrás olvidar de él y del hijo de puta que te volvió loco, primero puede que sientas arrepentimiento de que te haya ocurrido, luego que te contente con asegurarte de que nunca volverá a pasar; pero si cuando estés recordando este momento sientes que te alteras, sientes que sudas frío, que tu cuerpo se estremece y que incluso tu polla se empalma y tienes que pajearte, no dudes que vas a querer que te recuerden en detalle como fue todo y se repita, para ese momento quiero que sepas que desde que te sentasteis a mi lado en aquella mesa del Casino empecé a pensar en la forma de cazarte, que cuando de forma aparentemente fortuita te presenté a mis dos amigos ya estaba todo planeado, que lo único que faltaba era conocer si a ellos también le apetecía la pieza que acababa de cazar.  
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