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Autor: Gabonice

 
 
 
 

El arte de mamar (2).

  Después de aquella experiencia con Juan mi mente pasaron muchas cosas. Haber tenido el sexo con un hombre me tenía fuera de mi. Nunca había pensado en una cosa así y de verdad estaba seguro en que eso no se repetiría. Luego cuando me acordaba del placer que sentí aquel día comenzaba a empalmarme. Me había dado una corrida como la que no recordaba, jamás en la vida mis cojones habían descargado tanta leche. Jamás había sentido tal placer, tanto me había estremecido Juan que quedé tan agotado como nunca, un sueño placentero se apoderó de mi. Y a pesar de mi rechazo a repetir esta experiencia, cada vez que la recordaba me tenía que masturbar. Había una cosa que no olvidaba y era lo que más rechazaba, Juan me había mamado el culo, me lo había dilatado con un dedo y aunque me jodiera reconocerlo me había gustado. Para dejar las cosas claras, el lunes por la mañana me fui al baño en el trabajo y llamé a Juan, mi conversación fue corta y precisa, así le dije: Tío, lo que pasó el sábado, no debe volver a ocurrir. Si es preciso, lo mejor es que nos alejemos porque no quiero volver a tener semejante sensación. Sentí como él se reía y finalmente solo me respondió: Antonio, no te lo tomes tan a pecho y descuida que yo soy un hombre y tu amigo, nadie sabrá una palabra de lo que pasó entre nosotros. Después de aquella conversación me surgieron miles de dudas, si de repente me alejaba de él, mis otros amiguetes lo verían extraño, podrían preguntar y lo mejor era que nadie preguntara la razón de nuestro distanciamiento. Pero mantener la misma intimidad de antes me acercaba al riego de repetir, porque yo sabía que no se me quitaba de la cabeza y que me había gustado. Así el sábado por la tarde no intercambié llamada para quedar con Juan, pero me fui al bar de siempre cerca de la hora del comienzo del partido. Allí me lo encontré, él ya estaba tomándose una caña. Me acerqué a la mesa donde estaba sentado, había una silla vacía junto a él y allí me senté, pedí una caña también y me noté un poco nervioso. Era un día primaveral muy guapo y ambos estábamos vestidos con pantalones cortos que dejaban ver nuestras piernas velludas. ¿Por qué cojones me tengo que fijar en las piernas de Juan?, me reproché y yo mismo me respondí con otra pregunta: ¿Será que tengo el maricón de guardia? Y ambas preguntas me sobresaltaron. Me comportaba extraño, no me salían palabras para sostener la más tonta conversación. Juan se había dado cuenta que estaba muy nervioso, él si sabía la razón por la cual estaba tan cortado. Por eso el muy hijo de puta rozó mi pierna con la suya, mi cuerpo como que se electrocutó al sentir las caricias de los vellos de su pierna y al mismo tiempo que me hacía eso, sabiendo que me sobresaltaba más me dijo en voz que la podían escuchar todos: Antonio, te notó preocupado, estás un poco nervioso, ¿tienes algún problema? Muy cortado le respondí: No te preocupes no es nada importante. Y una sonrisa cómplice puso punto final a este corto diálogo. Terminó el partido y antes que pudiera tomar alguna iniciativa me invitó a llevarme a casa en su coche. Pensé en decirle que no, que me iba solo, pero en definitiva tampoco le tendría miedo y me subí en su coche. Pero Juan no se dirigió a mi casa a dejarme sino a la suya. Yo veía eso, pero no tuve cojones para impedírselo. Llegamos a su casa, entramos en el sótano de su edificio donde tiene el parqueo, tomamos el ascensor y a los pocos instantes ya estaba de nuevo en su piso sin intercambiar una sola palabra. Y cada vez mi corazón palpitaba a mayor ritmo. Nada, mi firmeza en no repetir aquella experiencia estaba quedando en el ridículo, porque mi actitud le estaba dejando claro a Juan que lo que estaba era loco por repetir. Nada más cerró la puerta del piso, sin todavía encender las primeras luces Juan me abrazó y comenzó a darme un apasionado beso en la boca. Aquel beso era interminable, su lengua no dejaba de moverse dentro de mi boca, nuestros pechos se pegaban y mi corazón parecía estallar al igual que mi polla. De aquel apasionado beso su boca fue a mi cuello, su barba de un día me arañaba y me hacía cosquillas, mi cabeza se quedaba como que en blanco y sus manos lujuriosas desabrochaban los botones de mi camisa. Pronto mi pecho estaba libre a su boca que de inmediato comenzó a chuparme una tetilla. Yo no ponía ninguna objeción y en el fondo lo que estaba deseando que continuara, estaba loco porque su boca volviera a estar devorando mi polla. Sin encender las luces, Juan me llevó a su dormitorio, me dejó totalmente desnudo y me acostó en su cama boca arriba. Encendió una de las lámparas de noche que tenía una tenue luz rojiza y comenzó a observarme totalmente desnudo en su cama por unos instantes. Yo lo observaba y sentía unos deseos incontenibles porque empezara a mamarme la polla. Se acercó a mi aún vestido y me dio un profundo beso en la boca, mientras comenzaba a desabrochar su camisa y cuando pude comenzar a ver su pecho desnudo no vacilé en acariciar los vellos que le cubrían las tetillas. Luego se incorporó y se quitó la camisa que tiró como con lujuria en una butaca de la habitación. Y rápido, como el que se va a devorar un apetitoso dulce comenzó a deshacerse de su pantalón y calzoncillo simultáneamente. Pronto ya podía observar aquella soberana polla que ya estaba dura como un palo y que se estremecía y se movía constantemente con movimientos pendulares como si tuviera vida propia e independiente. Pude observar en la penumbra como una vena gorda en su miembro parecía que continuaba hinchándolo. Finalmente se lanzó sobre mí, nuestros pechos desnudos se frotaban y nuestros sudores se mezclaban. De nuevo nuestras bocas estaban disfrutándose y una de sus piernas velludas estaba introducida entre las mías y sentía como esa pierna me apretaba los huevos contra mi polla. Yo deseaba con desespero poder pegar toda mi piel a la suya, pero aquello no era posible, cuando lograba pegar una parte de mi piel a la suya, otra se alejaba y aquello me estaba produciendo un placer desesperante. Y pronto su lengua empezó a actuar, comenzó saboreando la piel de mi cuello y luego fue bajando con su boca por todo mi pecho, me chupó ambas tetillas, primero una y después la otra. Cuando su boca disfrutaba de una la otra era acariciada con una mano. Sus caricias eran suaves pero terminaban siempre apretando la punta de una tetilla y su boca me chupaba la otra, trataba de metérsela completa en la boca, la succionaba y finalmente mordisqueaba la punta de la tetilla. Eso me producía un dolor que siempre me ponía la polla más dura. Me mamó las tetillas tanto que se empezaron a quedar adoloridas pero Juan continuaba mamándolas sin clemencia. En un momento estaba tan desesperado que traté de huir, pero me fue imposible alejarla de su boca, lo único que logré con mi resistencia fue que me las mordiera más duro. En medio de un éxtasis enloquecedor pude escuchar su voz que me decía: cuando te esté haciendo algo no huyas, aguanta como un hombre, pero no te voy a permitir que me impidas disfrutar de ti. Cuando le salió de sus cojones abandonó mis tetillas que me ardían y continuó bajando por mi vientre hasta el ombligo, que empezó a ser devorado con la misma intensidad y finalmente llegó a mi polla le dio un lengüetazo que me estremeció y pasó a devorar mis huevos. Yo estaba desesperado porque empezara a mamarme la polla, me estaba desesperando y en medio de ese desespero sentí que comenzaba a juguetear con la cabeza de mi polla, con su lengua estaba tratando de descubrir la cabeza de la piel que la cubría y cuando lo logró sentí un placer enloquecedor y esta vez no me desesperó como la vez anterior, empezó a mamar de forma intensa. Pensé que me iba a correr, que no podía aguantar más, pero antes de correrme abandonó mi polla y de nuevo se volvió a dedicarse a mis huevos. Pero cuando su lengua abandonaba un huevo seguía buscando mi culo. Con sus fuertes brazos separaba mis piernas y su lengua lujuriosa se acercaba a mi culo. Yo gemía de placer, mientras él resoplaba de lujuria. Me puso poca abajo y su cuerpo quedó sobre el mío, sentía que su boca estaba cerca de mis nalgas y pronto sus fuertes brazos separaron mis piernas y mi culo estaba al alcance de su lujuria. Pasaron varios instantes así, sabía que en cualquier momento me comenzaría a comer el culo yo estaba desesperado, lo deseaba aunque sabía que las sensaciones que sentiría serían electrocutantes. Por eso cuando su boca me beso el culo y su barba me hincó creí morir, mis manos se aferraron con fuerza al colchón, mordía la almohada pero mi culo era objeto del placer de su mamada. Sentía como mi culo se inundaba de abundante saliva y como su lengua jugueteaba con mi esfínter que iba dejando de hacer resistencia y pronto aquella lengua lujuriosa entraba en mi culo virgen. No pude más, de tantas sensaciones explosivas grité. Juan me mandó a callar y continuó imperturbable aquella mamada de culo que me estaba enloqueciendo. Cada vez mi culo resistía menos, a veces metía uno de sus dedos dentro que debido a la abundante saliva entraba sin resistencia. Cuando creí que me estaba acostumbrando me volví a ver en apuros, cuando sacaba un dedo de mi culo de inmediato entraba otro y pronto se quedaron dos adentro. Le daba vuelta a sus dos dedos dentro de mi culo ensalivado y luego cuando los sacaba de nuevo con su boca me comía el culo. Estaba al borde del delirio. A pesar de que no se estaba ocupando de mi polla estaba a punto de correrme, cuando sentí que me arrastraba hasta el borde la cama tirando de mis dos piernas a la vez, me colocó en la esquina del colchón de forma que ambas piernas se separaban, puso la cabeza de su dura polla en la punta de mi esfínter. Cuando yo me percaté de esto traté de escaparme, pero sus dos fuertes manos sujetaban mi cintura y su polla se apoderaba de mi culo dilatado y mamado. Ahora todo su cuerpo estaba sobre mi y su polla estaba sintiendo el calor de mi culo asustado. Entre las tinieblas sentí la voz de Juan que me decía: relajate. ¡Pero que cojones relajarme, si me metió aquella tremenda polla hasta lo más profundo de mis entrañas! Sentí como sus huevos se restregaban con mis nalgas y estuve así poseído por unos segundos en que Juan no se movía. Primero sentí dolor, pero a los pocos segundo ya empecé a adaptarme a aquella intromisión. Así penetrado y sin movimiento Juan empezó a besarme la nuca para entonces comenzar sus embestidas lentas pero implacables. Sacaba aquel trozo de carne de mi culo y cuando solo le quedaba la cabeza de su polla dentro volvía a penetrarme hasta lo más profundo. Cada vez que me metía aquel aparato completo yo sentía como mi culo se abría al máximo, cuando tenía que soportar la entrada de la base de su polla, la parte más gorda dentro de mi. Poco a poco me fui rindiendo, comencé a dejar de resistir, me comencé a adaptar a la idea de que no tenía otra alternativa que dejar que gozara de mi culo. Esa situación me dejó una indescriptible sensación de posesión. Juan empezó entonces a aumentar la fuerza de sus embestidas, yo comencé a protestar cuando sentí como su voz autoritaria me decía que ya no me dolía, que mi culo estaba bien dilatado y que ahora lo que estaba era sintiendo la polla de mi macho. Que aguantara porque iba a saber como un macho gozaba de mi culo y que me preparara porque el aguantaba la leche todo lo que le saliera de los cojones. Me sentí aterrado porque entonces aumentó el ritmo de sus embestidas al máximo. Me estaba destrozando el culo, se estaba cargando mi virginidad. De pronto se detuvo, me sacó la polla y puso un espejo grande en el piso cerca de un borde de la cama, encendió la luz de la habitación, me puso una pierna sobre el colchón y la otra en el piso, en esta posición mi culo se abría más, puso la cabeza de su polla en mi culo y con una de sus manos hizo que mi espalda se inclinara hacia delante. Sujetó mi cintura con sus manos y entro su aparato en esa posición, sentía que me entraba más profundamente y ahora estaba viendo en el espejo como su polla entraba en mi culo. Yo estaba estupefacto cuando veía con la facilidad que aquel gran aparato entraba y salía por mi culo. Sus embestidas me desesperaban, cada vez que me daba de esa forma por el culo yo sentía como la leche se me quería salir de los huevos, no me podía contener, estaba al borde de correrme cuando sentí como Juan estaba enloquecido dándome por el culo, sentí miedo cuando con todas sus fuerzas sus manos se aferraban a mi cintura, Juan exclamaba de placer, se estaba corriendo en mi culo mientras yo me corría también, cada chorro de leche mío provocaba que mi culo se contrajera y eso fue lo que al final provocó que se corriera. Los dos exclamábamos de puro placer. Finalmente me sacó su polla de un golpe, me puso de pie frente a él y nos volvimos a besar con intensidad. El sudor bañaba nuestros cuerpos y así nos fuimos a baño y nos dimos una ducha con agua caliente, cada uno enjabonó al otro. Después cada uno secó al otro y desnudos regresamos a la habitación. Apagó la luz de la habitación, de nuevo volvimos a la penumbra rojiza de la lámpara de noche y abrazados hablamos de muchas cosas. Juan me dejó claro esa noche que esto se repetiría muchas veces, que no comenzara con la cantaleta de la semana anterior porque hoy marcaría un antes y un después en nuestras vidas. Yo que fui pensando en que Juan me iba a dar una mamada de polla como la semana anterior, me vi en una experiencia que nunca había imaginado. Nos habíamos convertido en una pareja.  
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