Haz clic para disfrutar los video relatos
 

Autor: Gabonice

 
 
 
 

Como me hice gay

  No es una cosa fácil de explicar. En cual momento me percaté que me gustaban los hombres me es difícil de precisar. Si esto empezó cuando era niño, tal vez, pero no estoy claro en el asunto. Aunque tal vez esto sea algo que llevamos dentro de nuestro ADN. Pero mientras este misterio se esclarece por los científicos, yo voy a explicar como fue en mi caso. Para que me puedan acompañar en esta reflexión empezaré por recordar cosas desde mi infancia. Empiezo por hablar de mi familia. Tengo dos hermanas mayores: una zorra y otra promiscua. Mis padres eran encantadores. Cuando niño me gustaba ver a los hombres trabajando, sobre todo a los constructores. Así las cosas no había un obra en el barrio que me perdiera. Cuando mi madre salía a buscarme no tenía dudas en donde encontrarme, cuando daba conmigo la muy inocente solía exclamar: a este niño le encantan las obras, estoy segura que de mayor será arquitecto. Mi padre era más radical, un día vine con el cuento de que quería aprender a tocar piano y él muy rotundo exclamó: De eso nada, eso del piano es de maricones. De más está que les diga que hoy no soy ni arquitecto ni músico. Pero yo creo que donde empecé a no querer saber nada de las mujeres fue por mi hermana la promiscua. Yo tenía 5 años y ella 5 más que yo. Un día nos quedamos jugando en la quincalla de mi mamá, que estaba en la esquina de mi casa, mientras mi mamá se fue a la casa a cocinar. El jueguito de mi hermana fue que me metió en un estante de la quincalla y empezó a sobarme el pito, luego me pidió que le metiera el dedo en el coño. Cuando olí mi dedo me dió tal asco que desde ese momento sentí una gran repulsión por el órgano reproductor del otro sexo. Cuando veía una niña, me acordaba de aquel desagradable olor a langosta podrida y de verdad que eso me hacía alejarme de ellas. Este fue el resultado de la primera violación de la que fui objeto. Por otro lado, mi madre era gallega y vivíamos en un barrio de la Habana lleno de negritos y no le gustaba para nada que yo jugara con niños de color extraño. Por eso solo podíamos jugar con los hijos de dos gallegas amigas suyas que vivían al doblar de la calle, o con los de unos catalanes que vivían en la esquina. De más está decirles que esas prohibiciones yo me las saltaba a la torera y no me perdía ninguna de las fiestas religiosas de los negros del barrio. Pero en los hijos de las familias amigas de mi madre era donde estaba el peligro. Un día el hijo mayor de una de ellas me llevó a su casa aprovechando que su mamá no estaba y me enseñó su polla para que se la tocara. Nunca había visto una cosa así, pero no tenía el mal olor del coño de mi hermana. Luego me dio una mamada de culo implacable, salí de allí como alma que se lleva el diablo, está fue la segunda ocasión en que fui violado, aunque sinceramente no me desagradó tanto. En otra ocasión, cuando me dedicaba a espiar a mi hermana la promiscua, ella se metió en su habitación con uno de sus novios, por una rendija de la puerta pude ver como mi hermana le chupaba la pirúla a su novio. Lo hacía con tanto gusto que despertó en mi la curiosidad. Si me voy de la lengua con mis padres, no se que hubiera pasado, pues ellos querían llevarme a un psicólogo por chuparme el dedo. Si se enteran de lo de mi hermana la promiscua la meten en un psiquiátrico de cabeza. Más tarde, el ahijado de mi madre quedó huérfano y él y su madre vinieron a vivir a mi casa. Luisito, que así se llamaba jugaba conmigo al monopolio, pero cundo estaba yo perdiía, él se dejaba ganar si yo le sobaba la pirúla y como a mí me gustaba ganar, pues le complacía. Con mi hermana la zorra (la mayor) me tocó la tarea de doble espía. Mi madre me encargaba la tarea de acompañarlos a donde fuera con su novio, sin perderles pies ni pisada. Ellos se ponían en sus cosas, pero luego para ganar mi silencio me llevaban a tomar helado y yo callaba en los rigurosos interrogatorios a los que me sometía mi mamá cuando regresábamos a casa. Por otro lado mi hermana me encomendaba la tarea de espiar a su novio cuando esté se iba sospechosamente a vender tabacos a las playas del este de la Habana todos los sábados. A mí me encantaba esa tarea, primero porque no se que me atraía hacia él. Después que hacía su trabajo, nos íbamos a las taquillas a ponernos la ropa de baño, ahí aprovechaba para verlo desnudo, era un tipo muy varonil y velludo. Luego del baño en la playa, almorzábamos en algún restaurant cercano y él alquilaba una habitación en un hostal para dormir la siesta y me daba dinero para que mientras, yo jugara en la bolera del sitio. Alguna que otra vez, vi como al levantarse de su siesta una chica le acompañaba en la habitación. Yo de eso no le decía a mi hermana ni una palabra, porque a eso también le sacaba buen partido. Quiero confesarles que cuando iba en el autobús de la escuela, me encantaba ver a los hombres en la calle, pero era tan reprimido que cuando el autobús lo sobrepasaba, yo no era capaz de mover mi vista ni un milímetro para seguir viéndolo. Ya había escuchado como mi hermana la zorra se llenaba la boca para decir que prefería ver a su hermano en 4 velas muerto antes que fuera maricón, por lo tanto yo tenía la firme convicción de que yo no sería eso. Así llegó Fidel Castro y se inventó lo de la Alfabetización. Con solo 12 añitos me fui al campo a alfabetizar. Me tocó la casa de un campesino que tenía dos hijos varones que me tenían como loco. El mayor era capitán del ejército y administraba una importante hacienda intervenida. Por mi parte yo no recuerdo haber dado una sola clase, me pasaba el día en su camioneta paseando por toda la hacienda. Incluso cuando nos sorprendía la noche nos quedábamos a dormir en algún hostal, dormíamos en la misma cama y en paños menores. Pero allí no pasó nada, aunque sí que hubo algún roce, pero de ahí no se pasó. Luego seguí con mis contradicciones, aunque me atraían los hombres no me aceptaba. Pues la represión que se seguía contra los homosexuales era tal, que más valía que nunca se descubriera mis sentimientos, que hasta yo mismo me los negaba. Luego vino el servicio militar, ahora si las cosas se ponían feas. Pues estaba en una compañía donde todos éramos jóvenes llenos de hormonas hasta el cuello y se pasaban momentos muy difíciles. Teníamos que bañarnos todos en 10 minutos, eran solo 6 duchas para 80 hombres. Así que todos nos poníamos desnudos y mientras uno se enjabonaba, el otro esperaba para aclararse el agua de encima y otro esperaba para empezar a bañarse. Aquello era complejo, pues nos mirábamos los unos a los otros, estábamos muchos días encerrados en la unidad y claro que todos estábamos disparados como una cafetera. Pero de verdad que era el momento más esperado del día, pero para nada, porque del que se sospechara que era gay, lo metían en la cárcel de cabeza. Un día vimos llegar a un grupo de nosotros, los bajaron de un camión militar y los metieron en un calabozo. Luego nos enteramos que su jefe los había denunciado por maricones. No los vimos más nunca en la unidad, pero a mí se me pusieron los pelos de punta del terror. La suerte que a mí me gustaban los hombres mayores que yo y en la compañía todos éramos de la misma edad. A mí quien me gustaba era el jefe, pero él no dormía con nosotros y mantenía una buena distancia con el grupo. Así llegué a los 18 años y seguía en mis contradicciones, no dejaba de mirar a los hombres que me gustaban, no se me veía una novia por ningún lado y yo lo justificaba con que me gustaba estudiar y no tenía tiempo para otras cosas. Entonces llegué a la Universidad, ahora tenía más libertad, dormía en la Universidad y eso me permitía no estar bajo el control de la familia ni de mi colectivo. Aquí tuve la primera novia, pero descubrí que había un cine en que ponían solo documentales, y allí iban muchos hombres solos, y como eran varios documentales, las gentes entraban y salían constantemente. Eso hacía que no fuera sospechoso salir y volver a entrar y de paso ver si había alguien que te gustara y que tuviera su asiento de al lado vacío. Te sentabas y muchas veces comenzábamos con el roce y al final se ligaba. Pero siempre había una pregunta definitoria: ¿Tienes algún lugar a donde ir? La respuesta No, que era la más frecuente finalizaba el ligue. Pues en Cuba no se permitía que dos hombres alquilaran una misma habitación en un hotel, a no ser que fuera una trampa del hotel para llamar a la policía y denunciarte por homosexual. Y eso era el final, te expulsaban de la Universidad, se lo comunicaban a tu familia y muchas veces ibas a parar a las UMAPs (Unidades Militares de Ayuda a la Producción que era así como se llamaba a los campos de concentración cubanos para homosexuales donde pretendían convertirlos en hombres mediante el trabajo agrícola, jornadas de 12 horas en el campo, albergues rodeados de alambres de púas y severos castigos para los que tuvieran el menor desliz en obedecer). Un día me encontré a un hombre sentado en el cine que me llamó la atención y aproveché que el asiento que estaba a su lado estaba libre y me senté a su lado. Lo miré de reojo, como el que no quiere las cosas. Era muy varonil, no tenía barba, pero se notaba que ésta le crecía de forma abundante, era trigueño y en sus brazos se veía que era un hombre velludo. Como por descuido el tío rozó mi pierna, fue una cosa breve, pues de inmediato la retiró. Esto se repitió varias veces, por lo que yo le fui siguiendo la rima. Yo estaba muy nervioso, dejé mi mano sobre mi pierna y él hizo lo mismo y en el próximo roce tocó con sus dedos mi mano. En ese momento mis nervios se dispararon, él lo notó y entonces puso su mano sobre la mía. Sentí el calor de su mano, el notó que yo temblaba y por eso me dijo: No tengas miedo y entonces su mano acarició mi pierna. Yo sentí como mi polla se endurecía. Ahora el hombre puso el codo sobre el respaldo de su butaca y su mano podía acercarse a mi pecho sin que los que estaban atrás se percataran y comenzó suavemente a acariciar mi pecho por encima de mi camisa. Nunca nadie me había tocado mis tetillas y él muy hábilmente comenzó a rozarla. Aquello me puso como un tren. Luego bajo su brazo y lo colocó en el reposamanos de nuestras butacas y su mano de nuevo alcanzó mi pierna y comenzó a rozar mi polla que estaba disparada. Yo sudaba a pesar de que en el cine había un buen aire acondicionado. De rozar mi pierna pasó a masturbarme. Yo traté de sacar mi polla fuera del pantalón, pero él me lo impidió. Siguió masturbándome hasta que me llegó la eyaculación. Solté tanta leche que hasta él se embarró su mano por encima de la tela de mi pantalón. Después de la eyaculación el continuó acariciando mi polla lo que provocaba más convulsiones. Finalmente, cuando vio que ya me había corrido me soltó. Ahora yo estaba muy serio, él lo notó y me preguntó ¿Qué te pasa? ¿No te gustó? ¿Por qué estás tan serio? En ese momento le respondí: Si me ha gustado pero ahora tengo un gran problema, ¿Cómo llegó así, todo embarrado a mi casa sin que se percaten mis padres? Estuvimos varios minutos en silencio, su mano continuó sobre la mía y luego él rompió el silencio diciéndome: yo vivo cerca de aquí, si te parece vamos a mi casa, lavamos esa ropa y cuando esté seca te vas para tu casa. Después de unos instantes acepté. Del cine a su casa no eran más de 500 metros, pero a mí me pareció mucho más largo. Pensaba que por el camino todo el que me veía se fijaba en mi pantalón. Al fin llegué a su casa, antes de entrar allí él saludo a varios vecinos, lo que me alteró mucho más. Al fin entramos en la casa, él cerró la puerta y por primera vez respiré más tranquilo. El me pidió el pantalón y el calzoncillo, yo se los di y ahora estaba desnudo en el salón de su casa. Luego me pidió la camisa, yo le dije que no estaba sucia, pero él insistió y así quedé totalmente desnudo ante él. El se limitaba a mirarme, en sus ojos se veía la lujuria y ahí fue cuando me invitó a que me bañara para que me quitara la leche que se me había secado entre los huevos. Me fui al baño y comencé a bañarme cuando él apareció desnudo y se introdujo conmigo en la bañadera. Me dijo: a ver, te voy a dar un buen baño, yo asentí mientras miraba con asombro su hermoso cuerpo desnudo, su pecho era velludo y no tenía un solo pelo en la espalda, pero lo que me aterraba era su tremenda polla, no se la medí, pero se pasaba de los 18 centímetros y era gorda. Era como para salir corriendo. Pero él comenzó a bañarme, sus manos fueron acariciando cada centímetro de mi cuerpo, comenzó por mi pecho, luego sus manos bajaron por mis entrepiernas, acariciaban mi polla que estaba totalmente erecta, me frotó mis nalgas, como por descuido se entretuvo en mi culo y finalmente me frotó con sus manos las piernas. Luego yo empecé a hacerle lo mismo y pronto estábamos los dos envueltos en la espuma. El me dijo que me iba a lavar la espalda y ese fue mi error, me acariciaba la espalda y las nalgas, me metía el dedo enjabonado en el culo y pronto sentí que pegaba su pecho a mi espalda y su polla dura pasaba por mis entrepiernas. Comenzó a sobarme el culo y de pronto introdujo su polla enjabonada en mi culo que la recibió sin ninguna resistencia mientras yo me quedaba perplejo, pues era virgen, nunca había sentido una polla visitando descaradamente mis entrañas más íntimas. Solo me dio varios pollazos, luego me la sacó y comenzamos a ducharnos mutuamente, luego empezamos a secarnos y salimos del baño a su habitación. El me llevaba abrazado y besándome en la boca. Cuando empecé a sentir que caía en la cama de espalda y el sobe mí. Me besaba con lujuria, luego empezó a usar su arma secreta y más poderosa: la lengua. Me dio lengua por el cuello, eso me dejó en shock, luego siguió a los pechos y fue lamiéndome cada una de mis tetillas, yo había perdido hasta el mínimo mi deseo de resistencia, él podía hacer conmigo lo que le saliera de sus santos cojones y no me le iba a escapar. No me percaté del momento en que estaba boca abajo y comenzó a darme lengua en el culo. Aquello me ponía casi al borde de estallar. Sentí cuando me ponía en el culo una especie de crema y me decía esto es para que no te duela y sin esperar comencé a sentir como entraba de nuevo su polla en mi culo. Traté de escapar, pero me fue imposible, él era más fuerte que yo y me tenía bien acorralado. Me metió su tremenda polla hasta el mismo tope de sus huevos y allí se detuvo, mientras me decía: relájate para que te vayas acostumbrando. Sentí que estallaba, como podía relajarme así clavado. Le supliqué para que me la sacara y él me dijo: bien te voy a complacer y te la voy a sacar, pero al salir volvió a entrar y me dijo ahora compláceme tú y deja que entre de nuevo. Eso se fue repitiendo varias veces. Le pedí que me la sacara y ahí fue cuando me di cuenta que estaba perdido, cuando me dijo, te la voy a sacar cuando acabe de follarte y te deje tu culo ardiendo y lleno de mi leche. En ese instante comenzó a follarme con intensidad, sentí como me mordía la nuca, mis manos se aferraban a las suyas y en ese momento me vino la conformidad y comencé a lamerle sus manos. Cada varias embestidas me daba una fuerte y profunda. En ese momento me dijo: vamos a cambiar de posición. Me la sacó y me dijo que pusiera un pie sobre la cama y el otro en el piso. Mientras él ponía un espejo en el piso. En esa posición me la volvió a meter y me dijo: mira para el piso para que veas el trozo de polla que te estoy metiendo. Miré al espejo y me quedé perplejo, podía ver como entraba y salía su polla en mi culo. Cuando me la sacaba completa veía como mi culo se quedaba abierto como si el muy cabrón estuviera esperando que esa polla volviera entrar. Esto se prolongó hasta que el ritmo de las embestidas se aceleró violentamente y pude sentir sus expresiones de placer cuando se estaba corriendo en mi culo. Sentí como se relajaban sus músculos y de nuevo se volvía cariñoso, pero no me sacó la polla de inmediato. Cuando le salió de sus cojones me la sacó y yo suspiré agradecido mientras observaba el macho que había destrozado mi virginidad. Luego nos quedamos un rato jugueteando en la cama y ahí fue cuando le pregunté su nombre: Me dijo, me llamo Jorge, pero tu llámame Pipo. Yo le respondí: ¡que casualidad yo también me llamo Jorge! Cuando me levanté me salían muchos gases, fui al baño y allí estuve un largo rato. Luego me lavé un poco. Finalmente mi ropa ya estaba seca, él la planchó y cuando me disponía a partir para mi casa, él me dio un papelito con su teléfono y me dijo: cuando quieras verme puedes llamarme. Salí a la calle, todavía sentía el trabajo que su polla me había hecho en el culo, tomé el autobús y por fin llegué a mi casa. Me acosté y tiré el papelito con el teléfono en un cajón de mi habitación. Pensé, nunca lo llamaré, esto no puede repetirse y me quedé dormido. Pero lo que pasó con Jorge no se me quitaba de la mente y a los dos o tres días terminé masturbándome mientras recordaba como me había follado. Dos semanas después, no pude más, salí a buscar el papelito, me fui al mismo cine donde nos conocimos y finalmente lo llamé. Se puso muy contento y me preguntó, cuando vas a venir, yo le dije estoy cerca de tu casa y él me dijo, pues nada ven para acá que te estoy esperando.  
Leer comentarios sobre este relato
Hacer comentario sobre este relato