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Autor: Gabonice

 
 
 
 

Como me hice gay II

  Como me hice gay II Hola amigos, de verdad que no me ha ido nada bien con la publicación de la primera parte de Como me hice Gay, por mucho que se lo advertí a un sobrino, que solo lo viera él, el video que publiqué sobre este relato en mi canal de youtube El Machinazi Gay, el chico se fue de lengua y se lo dejó ver a sus padres, ellos se escandalizaron, el video se filtró y llegó a una de mis hermanas (la promiscua que ahora se ha metido a beata). Bueno para que les cuento, lo ha visto toda mi familia y me han declarado la guerra. Pero eso no me va a impedir que me llene de valor y siga escribiendo esta historia oculta de mi vida. Venga, aquí les dejo la segunda parte, trataré de seguir la historia hasta el final, si llego con vida. Amén y a disfrutar. Lo que pasó aquella noche no se me quitaba de la mente. Tenía la firme convicción de que eso no podía repetirse, pero, aquellos hechos volvían una y otra vez a mi mente. Y lo peor era que cuando venían esos recuerdos, me empalmaba de mala manera, mi polla comenzaba a lloriquear de lujuria y terminaba masturbándome. Después venían auto reproches y un rotundo nunca jamás. Así estuve un par de semanas, hasta que dije: a la mierda, donde está ese condenado papelito con el teléfono de Jorge. Lo busqué con ansiedad, al fin lo encontré estrujado en una esquina del cajón donde estaban mis calcetines. Por suerte mi madre no lo había visto, estaba allí. Ahora tenía que saltar otro obstáculo: ¿Desde dónde lo iba a llamar? Desde el teléfono de mi casa, ni pensarlo. Desde el teléfono de la esquina de mi casa, tampoco, temía que algún vecino pasara en ese momento y escuchara mi conversación o simplemente vieran como extraño que yo estuviera llamando desde un teléfono público. Al fin tuve una idea. En el cine donde lo conocí había un teléfono público, durante la función se quedaba sólo y desde allí podía hacer la llamada con tranquilidad. Así que esa tarde me fui al cine y cuando empezaron a exhibir la película decidí hacer mi llamada. Pero las cosas no fueron como yo pensaba. Parado al lado del teléfono había un tío que no se movía de allí. Decidí fumarme un cigarro, pero el tipo seguía allí, al fin llegó otra persona más y entre ellos empezaron a mirarse y finalmente se metieron en el baño. Había llegado el momento de poder hacer mi deseada llamada. Marqué el número del papelito, el teléfono comenzó a dar timbre, temía que los tíos del baño salieran y me interrumpieran la llamada. Al fin, contestaron al teléfono y pude escuchar la voz de Jorge, mi cuerpo tembló y dije: Hola Jorge, soy tu amigo Jorge, ¿te acuerdas de mí?. Del otro lado Jorge contestó: Que alegría me da saber de ti muchacho, ¿Cuándo te volveré a ver? Mi respuesta fue: estoy cerca de tu casa. Y él me respondió: ¿Pues que esperas?, ven para acá Le respondí: Voy para allá. Pero todo no resultó tan fácil, caminé rápido por la calle San Rafael y cuando llegué a Galiano, que era la calle que debía tomar me encontré con una sorpresa. Una multitud enardecía marchaba por la calle, parecía que protestaban contra el gobierno, pues le escuché decir solo una parte de lo que cantaban con fervor: … Limpiando, con fuego, que arrase con esa plaga infernal, De gobernantes indeseables y de tiranos insaciables, Que a Cuba, han hundido en el mar … Me dieron deseos de salir corriendo de allí, me asusté pensando que pronto la policía llegaría para disolver esa protesta y si me detenían no tenía justificación para estar allí, pues no le podía decir a la policía que yo era un maricón que iba a una cita con otro hombre. Pues eso me hundía, pues estar metido en una protesta contra el gobierno y además ser maricón, nadie me arrendaría las ganancias. Decidí lo más sensato, salí caminando despacio, pero alejándome de aquel lugar lentamente, para no levantar sospechas. Sudaba frío, en la que me había metido. Al fin me alejé y comenté con una señora que pasaba sobre lo que cantaban en la protesta y la mujer riéndose me dijo: no mi niño, ese es el himno de la Revolución. Yo pensé: coño, como decían eso de acabar con la plaga de gobernantes indeseables, yo pensé que se referían a los de ahora. Bueno, me llegó la calma y tenía que continuar mi camino. Tenía tantas dudas y por eso me encomendé a San Guivin, ese santo de los americanos, el del milagro de los panes y los pavos. Sentí que él me decía: debes hacer lo que te dicte tu conciencia. Yo pensé, mi cabeza me dice que me largue a casa y me olvide de esta cita, pero mi pene insistía que quería la boca de Jorge. Finalmente decidí hacer lo que me dictara mi corazón y como mi corazón siempre escucha a mi pene, pues seguí el camino de la casa de mi amigo. Mi cabeza era un remolino de contradicciones, deseaba volver a estar con aquel hombre, pero tenía terror a volver a ser penetrado por su tremenda polla. Decidí que lo convencería, que nos haríamos unas buenas pajas y que pasaríamos un rato esplendido. Cuando llegué por fin a la casa de Jorge no me atrevía a entrar en el edificio. En la misma puerta de entrada había un par de vecinas charlataneando. Seguí de largo, le di una vuelta a la manzana, para ver si se iban de allí. Bueno, tuve que dar varias vueltas a la manzana, hasta que al fin ya no había nadie a la entrada del edificio. Subí rápido por las escaleras, él vivía en el segundo piso, cuando llegué a la puerta mi corazón me latía a un ritmo salvaje. Toqué en la puerta y la espera se me hacía interminable, me aterraba que algún vecino pasara en ese momento por la escalera y que ese vecino fuera un conocido de mi familia, eso sería un desastre. Al fin se abrió la puerta y pude ver a Jorge de nuevo. Tenía un bañador puesto y sin camisa. Lucía aquel pecho velludo que me enloquecía. Jorge notó que yo estaba muy nervioso, por lo que intentó calmarme un poco, empezando una conversación trivial sobre el tiempo y el calor que hacía. Me invitó a entrar a su casa y yo rápidamente lo hice. Cuando cerró la puerta sentí un gran alivio. Pero no había salido del susto, cuando me sentí abrazado contra su pecho y su boca comenzaba a darme un suculento beso con lengua. Era interminable, sentía como su boca me besaba con lujuria, me dejó los labios ardiendo, porque su barba no se la había rasurado ese día y era como una lija que frotaba en mis labios. Jorge parecía un pulpo, me quitó la camisa y pronto sentí como mi pecho frotaba el suyo velludo. Cuando abandonó mi boca, su lengua comenzó a lamerme el cuello, aquello me hacía enloquecer, pero pronto estaba disfrutando de mis tetillas y me tenía totalmente desnudo. No llevaba 5 minutos en su casa, no pude hablar una sola palabra de mis planes, cuando estaba sobre mi desnudo en el sofá. Me tenía en una posición muy desventajosa para mí, pues tenía mis piernas abiertas y sentía como su polla sobaba mi esfínter, mis brazos solo tenía acceso a acariciar su espalda. En ese momento me pidió que lo besara, fui en busca de su boca, cuando llegué a ella y comenzamos a besarnos sentí como su polla me entraba sin clemencia. Me abracé con fuerza a él, él me la metió hasta el tronco, no sé cuando ni como me lubricó, pues entró con mucha facilidad. Ahí fue cuando me dijo: Relájate para que no te duela. ¿Cómo carajo me iba a relajar con aquel pedazo de rabo metido hasta el tope? Pero él no se movía buscando que me acostumbrara y pasado unos instantes comenzó a sacármela lentamente y cuando casi la tenía toda afuera comenzó de nuevo a entrar hasta el mismo tope. Comenzó ese juego de entrar y salir lentamente y yo empecé a sentir algo que nunca había sentido. No me dolía, sentía que me estaba penetrando pero empecé a sentir un extraño placer. Mi polla se me ponía dura como un palo y a cada entra y sale, sentía que me erizaba, sentía como me empezaba un cosquilleo como si me empezara a correr, pero era de una forma muy lenta, me desesperaba y empecé a desear que aumentara el ritmo. Me estaba enloqueciendo, a ese ritmo no me podía correr y eso me desesperaba, comencé a pedirle que aumentara el ritmo, pero él seguía follándome lentamente. Los dos sudábamos copiosamente, nuestros sudores se mezclaban. Yo lo abrazaba con fuerza, lo besaba con intensidad. Poco a poco sentí como aceleraba el ritmo, cada cierto tiempo a mí me salían gotas de líquido pre seminal. En ese momento Jorge me dijo: Abre la boca y sentí como escupía en mi boca y luego me besaba intensamente y yo, saboreaba su saliva. Al fin aceleró el ritmo de sus embestidas, cada cierto tiempo me la metía con una fuerza que me estremecía, pero luego seguía a máximo ritmo. Sentí que estaba al borde de correrme, aunque no había podido tocarme la polla, pero me estaba sacando la leche. La lujuria nos invadía a ambos, yo no sabía que hacer, pero estaba enloquecido. De pronto sentí como su cuerpo se estremecía, incluso sentí como entraban en mi culo chorros de leche caliente, sentía sus exclamaciones de placer, cuando yo empecé a correrme también. Cuando el vio que me estaba corriendo, continuó sus embestidas pero una de sus manos se hizo de mi polla embarrada en leche y comenzó a pajearme, estaba muy sensible, lo que me provocaba grandes convulsiones de placer. Jugó con mi leche y mi polla todo lo que le salió de los cojones y de nada valían mis súplicas de que parara, de que ya no tenía más leche, pero continuaban mis convulsiones. Jamás me había corrido de una forma tan salvaje. Quedé desfallecido. No me la sacó de inmediato, esperó un par de minutos más, hasta que me la sacó y yo me abracé fuertemente a él. Así abrazados nos quedamos dormidos por un rato, envueltos en nuestros sudores y sintiendo su respiración y su delicioso olor a macho. Cuando me desperté eran cerca de las 10 de la noche. Sentí sobresalto, tenía que regresar pronto a mi casa. Jorge tenía otros planes, quería pasar la noche conmigo. Le expliqué que mis padres no estaban acostumbrados a que pasara la noche fuera de la casa. Al final el me dejó partir a cambio de que le dijera a mis padres que mañana sábado unas amistades tenían alquilada una casa en la playa y que me habían invitado a pasar allí el fin de semana. Bueno, el regreso a casa me fue extraño, cuando caminaba sentía que me habían trabajado bien el culo, incluso me salieron unos gases que nunca había sentido. Pensé que eso me podía delatar. También pensaba que todo el que pasaba por mi lado se percataría que me habían acabado de follar. Cuando llegué a casa, por suerte mis padres dormían, así que pronto me fui a mi dormitorio, apagué la luz y me acosté. Pero no podía quedarme dormido, por mi mente pasaba la imagen de Jorge, la forma en que me había follado, ver como sudaba copiosamente sobre su pecho velludo, ver su rostro de placer. Lo que más me abochornaba era la sensación de placer que había sentido, la forma tan salvaje con la que me había corrido. De nuevo me sentía empalmado y de nuevo tuve que masturbarme para calmar mis recuerdos por un rato y conseguir el sueño. Me desperté al amanecer, le metí a mi madre el cuento de la casa en la playa de una familia de un amigo de la Universidad. Metí en el bolso un bañador y una toalla y me largué para la casa de Jorge. Esta vez cuando llegué a la puerta de su edificio, de nuevo había gente en la entrada, pero no pude dar la vuelta a la manzana, porque uno de los vecinos era Jorge y cuando me vio me llamó, me presentó a una vecina como su amigo. Yo estaba entrecortado. Y de inmediato Jorge me llevó a su casa.  
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