Haz clic para disfrutar los video relatos
 

Autor: Gabonice

 
 
 
 

Los tres camioneros bujarrones.

  La vida de los camioneros es complicada, si tienes una familia la dejas atrás varios días, semanas e incluso meses. Si te dedicas al transporte de mercancías por carretera ya sabes … los primeros días los pasas mal, los recuerdos no te abandonan la cabeza, pero luego cuando la leche se te empieza a acumular en los testículos te comienzan a entrar las ganas de follar, hasta que esto se convierte en una obsesión. Cuando llevas cuatro días conduciendo no hay incidente en la carretera que no relaciones con el sexo. Acá tenemos un sistema con el que nos controlan las horas de trabajo, cada camión tiene un chismoso aparato que te va marcando en un papel las horas que llevas al timón y cada cierto número de horas estas obligado a entrar a un área de descanso y quedarte allí un número de horas descansando: estas son las áreas proliferan a los bordes de las carreteras. Todas están cortadas por la misma tijera, una amplia zona de aparcamiento, un bar, un restaurante, un pequeño hostal, servicios de duchas privados y como iban a faltar las putas. Pero con esta cabrona crisis que no se acaba cada vez hay menos putas, pues la mayoría de los rumanos que las suministraban se han largado de nuevo a no se sabe donde y de verdad que el bolsillo no anda muy lleno como para estos gastos. Lo que no ha cambiado es la cantidad de hombres con las hormonas alborotadas que deambulan por estos sitios, los ves en los camiones descansando, en el bar tomando algún refrigerio, en las duchas y en el hostal. Pero perdonen amigos que no me haya presentado, mi nombre es Antonio, estoy casado, tengo un hijo y vivo en Sevilla, en el barrio de la Cruz. Para colmo mi mujer ya se incorporó a ese grupo de mujeres casadas que no follan, están cansadas y siempre les duele la cabeza y además soy camionero. En esta área de descanso he trabado amistad con otros dos camioneros: Ramón y José. Al principio no hablábamos claro pero pronto entre broma y broma me fueron desvelando su pasatiempo favorito en estos lugares: follarse a hombres que conociendo la abundancia de necesitados de sexo vienen aquí en busca de eso, de camioneros. Ahora me quedó claro porque además de camiones en estas áreas abundan coches aparcados horas y horas y sus propietarios se integran al mundillo de los camioneros. Todo el mundo los conoce y casi ligan sin mediar una palabra entre ellos. Así supe que a José le encantaba que se la mamaran. Una tarde cuando llegué al área José dormía como un bendito en la cabina de su camión, como a las 6 de la tarde salió de su cueva como un oso y nos lo encontramos en el bar. Se sentó en nuestra mesa, pidió una caña y se sonrió como el que está bien satisfecho. Ahí comenzó a largar su última historia. Relató José que cuando llegó temprano al bar vio a un tío de unos treinta años sentado en la barra, se le acercó y le preguntó que si el asiento de al lado estaba vacío, el tío le dijo que estaba libre, pero lo notó algo sobresaltado por lo que vio luz verde para la conquista. Le relató que había acabado de llegar y que tendría que permanecer por lo menos ocho horas en el sitio y como el que no quiere las cosas agregó: hace un calor de cojones y lo único que deseo después de tomarme esta cerveza es darme una buena ducha. La conversación continuó sobre temas triviales y tan pronto terminó con la caña, fue a la taquilla y alquiló una ducha privada. De reojo miró al tío y caminó hacia el área de duchas, llegó a la suya, abrió con la llave de la puerta y la dejó entreabierta. José sabía que el tío iba a caer. Comenzó a desnudarse lentamente mirando a su hermoso cuerpo ante los espejos. La idea de la posible llegada del chico le puso su espléndida polla morcillona y como estaba esperando, alguien llegó a la puerta y él le invitó a pasar. De solo verlo se le puso la polla como un palo, no había que hablar más, lo invitó a una ducha y mientras se desnudaba cerró la puerta con pestillo, para que nadie los molestara. José fue el primero que entró a la ducha y comenzó a regar su cuerpo velludo con el agua de la regadera. Luego entró su ligue y José aprovechó la cercanía de los cuerpos para acariciar su espalda, fue bajando sus manos hasta que llegó a las nalgas que apretó con fuerza, sus pechos se juntaron, su boca buscaba lujuriosa la boca del otro, le dio un beso de lengua profunda debajo del cálido chorro de agua. Luego con sus manos acarició la cabeza del otro y se la fue empujando hacia abajo. El otro le lamía su hermoso pecho velludo hasta que llegó a su polla que empezó a mamar con lujuria. Pero José no le quitaba las manos de la cabeza y poco a poco lo iba presionando para que el otro se la engullera toda. La tarea no era fácil pues José tenía una polla grande y gorda que no cualquiera podía metérsela entera dentro de su boca. Pero el otro no se iba a escapar fácilmente, no se imaginaba el problema en que se había metido y José cada vez presionaba más su cabeza y obligaba al otro a tragarse su polla hasta la misma base. El otro sentía como aquel aparato le llegaba hasta la campanilla, le sobrevenían arqueadas y hasta le saltaban las lágrimas. Pero a José eso poco le importaba, estaba disfrutando la mamada, las arqueadas del otro lo ponían burro y solo cada cierto tiempo le permitía que tomara un poco de aire y de nuevo a disfrutar la mamada bajo el chorro de agua de la ducha. José estaba a punto de correrse, por lo que paró la mamada y comenzó a verter en su cuerpo el gel de baño. Con sus manos, ambos frotaban el cuerpo del otro que por los vellos comenzó a hacer abundante espuma, no dejó de acariciar ni un centímetro de la piel del otro. Con sus manos enjabonadas introdujo uno de los dedos en el culo del otro y se lo fue dilatando mientras restregaba su polla empalmada por entre las piernas del otro. Enjabonados salieron de la ducha, José puso de espaldas al otro, le pidió que se aguantara al borde del banco y comenzó a sobarle el culo con su polla, aquel culo enjabonado estaba listo para recibir el pollón de José. Lo fue sobando con intensidad, la cabeza de su polla rozaba el esfínter del otro y luego seguía por entre sus piernas hasta chocar con los huevos del otro. Así fueron las cosas hasta que a José le salió de sus santos cojones visitar el culo del otro. La polla de José entró con vigor, no se anduvo con remilgos, en un par de embestidas se la metió hasta los huevos, el otro chilló de lo lindo. Pero José comenzó a trabajarlo con vigor. Le sacaba la polla lentamente del culo y cuando ya estaba afuera de nuevo, sin mediar un instante volvía de nuevo a las profundidades del culo del otro de forma enérgica y rápida y de nuevo la misma dosis. José se la sacó y metió completa al otro más de una decena de veces. El otro gemía ante cada entrada, pero José continuaba disfrutándolo. Luego que lo tenía dilatado comenzó a follárselo con intensidad. Las piernas del otro temblaban de la enculada que estaba recibiendo. José aguantó su leche todo lo más que pudo y cuando se corrió lo hizo de forma salvaje. Se fueron a la ducha y acabaron de aclararse el jabón. Finalmente el otro fue secando el cuerpo de José y luego el suyo. Estuvieron dentro de aquella ducha más de dos horas. Finalmente estaban agotados y satisfechos; se vistieron y salieron del cubículo. José se tiró a dormir en la cabina del camión un par de horas. Luego se despertó y nos encontró en el bar. Aquella historia contada con pelos y señales me puso empalmado, yo nunca había estado con un hombre, de verdad que no me lo había propuesto, pero estaba muy excitado. Por su parte Ramón no dijo nada, pero cuando nos levantamos de la mesa pude ver que estaba empalmado. Muchas gracias, Gabonice  
Leer comentarios sobre este relato
Hacer comentario sobre este relato